REAL MADRID*
Fue hace mucho tiempo.
Un niño, en un pueblo perdido de España,
recibe un regalo muy codiciado.
Su tío le habla de nombres
legendarios.
Son una camiseta y un pantalón blancos.
Hay una exaltación en los ojos.
Hay la ingravidez del blanco
real.
Velázquez, García Remón, Zoco,
Amancio, Santillana, Pirri,
comandantes de todas las victorias,
arcángeles del milagro en los pies
y del santísimo talento sobre la hierba.
El tío del niño expresa si inquebrantable confianza:
como si lo blanco contuviera la alegría,
la celebración de las tardes con partido.
Con la radio a cuestas,
la única victoria posible del proletariado,
el niño ve feliz a su tío,
un anónimo trabajador de la construcción,
porque el Madrid gana siempre,
gana por nosotros,
que tanto perdimos.
Velázquez, García Remón, Zoco,
Amancio, Santillana, Pirri,
¿dónde estáis ahora?
Venid aquí, yo os convoco,
de otra forma,
hoy.
España misma fuisteis vosotros.
Héroes de obreros españoles
enterrados en amarillas tardes de domingo.
Gracias, Víctor Vilas, por
aquella camiseta.
Tu sobrino deja un beso real
sobre tu blanca lápida.
* poema de Manuel Vilas.
Fue mi tío un madridista de los años sesenta y setenta, quien me
inculcó dos palabras históricas: Real Madrid. Crecí bajo su euforia blanca en
tardes grises de domingo en un pueblo llamado Barbastro. Mi padre, en cambio,
era del Español. Nunca entendí por qué. Me gustaría recordar la final del
Mundial de 1982 porque la vi con mi padre de una forma especial y última,
probablemente, porque a partir de entonces dejé de ser un crío. Vimos la
victoria de Italia sobre Alemania. Ahora el fútbol se ha intelectualizado
mucho, pero me gusta recordarlo como lo que fue: la épica de los pobres. Diré,
finalmente, que creo en la carnalidad del aire: Leo Messi.
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