Este texto testifica que John Carlin no es un
mediocre, solo es un tipo mal intencionado. Este artículo fue publicado en
octubre de 2016, días después de que la Academia Sueca condecorara al músico
con el Nobel Literatura. Este artículo es, sobre todo, extrapolar
el fútbol (con Rooney, por ejemplo) para crear una dimensión suprema de lo que
en periodismo llamamos “opinión”. Lo cierto es que desde hace casi un año Dylan es Nobel de Literatura; y Carlin
seguirá molesto.
Wayne
Rooney, futbolista y escritor, por John Carlin
¿Cuántos caminos debe recorrer
un hombre, antes de que le llames un hombre?”.
Bob Dylan
Admirable, la
imaginación de los que deciden los premios Nobel. El de literatura se lo dan a
un tipo que hubiera pasado desapercibido por el mundo, incluso en su ciudad
natal de Duluth, Minnesota, si no hubiese agregado el sonido de la guitarra a
las letras que juntó; el de la paz, al líder de un país a cuyos habitantes, la
gran mayoría de ellos, les da igual seguir en guerra o no.
Más imaginación
aún demostraron los que nominaron a Donald Trump y, en su día, a Josef Stalin,
para el Nobel de la paz. Vamos a hacer aquí un ejercicio similar de libertad
mental y nominar un par de candidatos para los Nobel del año que viene.
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Para el de
literatura, el que salta a la vista, tanto o más que Bob Dylan, es el prolífico
escritor Wayne Rooney, conocido también
por algunos como un jugador de fútbol que será recordado por lo mucho que
prometió y lo poco que hizo. Con suerte la historia será más generosa con sus
libros.
Ha publicado tres
hasta la fecha. En orden cronológico son: Wayne Rooney: mi historia hasta ahora; Wayne Rooney: mi década en la
Premier League; y Wayne Rooney: mis diez grandes momentos de la Premier League.
Ha cosechado más de 6 millones de euros pero eso es lo de menos. La calidad de
la escritura debería ser más que suficiente para convencer a los jueces del
Nobel de que Rooney se merece el próximo premio tanto como, por ejemplo, el
sempiterno pretendiente estadounidense, Philip Roth.
***
Roth, seamos
honestos, es un escritor que pertenece a otra época, no a los tiempos
anti-elitistas en los que vivimos. Roth exige de sus lectores un cierto mínimo
de cultura; Rooney no. El estilo rooneyesco se define por su brutalismo y
sencillez. Wayne Rooney es un escritor furiosamente contemporáneo, en perfecta
sintonía con la era de las redes sociales, de la nueva democracia digital en la
que todos los puntos de vista son iguales de válidos y respetables, sin que la
ignorancia jamás sea un impedimento a la hora de opinar.
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“Soy como la
mayoría de los tipos. Vuelvo de vacaciones con unos kilos de más”. Cristalina,
la prosa; maravillosamente económico el concepto que expresa. En dos frases
cortas, libres de adjetivos, nos cuenta la esencia de su dilema, “los kilos de
más”, y al mismo tiempo coloca su dilema en un plano universal, eterno: “Como
la mayoría de los tipos”.
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Pero Rooney no se
queda ahí. Otros escritores se conforman con contar la condición humana. Rooney
la explica. “Entonces me acuerdo”, escribe, “de que me tomé unas copas mientras
estaba fuera”. Pero después va incluso más lejos. Resuelve el dilema. El
gimnasio, revela, es la solución: “En dos semanas pierdo esos kilos”. Y
finalmente, la simple transición una vez más de lo específico a lo lapidario,
de lo banal a lo universal: “Como delantero centro del Manchester United no hay
donde esconderse”.
***
El Manchester
United es, curiosamente, donde Rooney tiene a uno de sus principales rivales al
Nobel: su entrenador José Mourinho. En el caso del políglota portugués no tanto por sus palabras impresas
sino, como con Dylan pero sin la música, por las que emergen de su boca. La
contribución más memorable a las letras que ha hecho Mourinho, el momento en el
que alcanzó la cúspide de la literatura y la filosofía, fue en una rueda de
prensa tras la derrota de su equipo, el Real Madrid, por 0 a 2 en el Bernabéu
contra el Barcelona.
***
El “¿por qué? ¿por
qué?” con el que declamó contra la tragedia de su destino y, por ende, el de
toda la humanidad, pasará al canon de la literatura junto a los gritos de
desesperada incomprensión del Aquiles de Homero, del Hamlet de Shakespeare, del
Iván Karamazov de Dostoievski, del rebelde existencialista de Albert Camus, del
propio Jesucristo en la cruz.
Nadie que lo oyó
lo olvidará.
***
“¿Por qué? Yo no
entiendo por qué”, rugió Mourinho, desafiante y destrozado a la vez, dando voz
a los sin voz, al misterio, a la crueldad y a la injusticia que nos asola a
todos los mortales. Solo que aquellas palabras de Mourinho no morirán. Tampoco,
como esperemos que comprendan los señores y señoras de los Nobel, las del
futbolista pero, ante todo, escritor Wayne Rooney.
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