Todo estaba previsto, excepto
el triunfo de Uruguay. Al término del partido yo debía entregar la copa al
capitán del equipo campeón... Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin
saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo,
Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro,
estrechándole la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de
felicitación para su equipo...
Jules Rimet
Para convertirse en una deidad
Pelé tuvo que sanar una hecatombe. Ganar tres mundiales consecutivos para que
un país olvide el suceso del 16 de julio de 1950, en Río de Janeiro. Para convertirse
en un football star Pelé tuvo que
jugar descalzo y convencer a Brasil de que solo la ginga podría devolverle la
dignidad. Quizá nunca antes hubo una conciliación tan certera de fútbol y cine. Solo quizá porque existe una cinta llamada Maradona by Kusturica (2008). Pelé, el nacimiento de una leyenda (2016) se estrenó dos años después de lo
previsto pero logró condensar plenamente la mística de la ginga (o mejor dicho del
espíritu del pueblo). Aunque es una narración quimérica, del deportista pobre
que con mucho esfuerzo y dedicación sale del barro a conquistar el mundo; la
ópera prima de los hermanos Zimbalist, llega a deslumbrar, con contrastes y tonalidades,
una historia trillada pero pocas veces bien enfocada. A los directores les
basta la infancia, la muerte, la pobreza, los rechazos, los primeros partidos en el Santos,
los ensayos entre padre e hijo con frutas en lugar de balones de cuero, y, el Mundial
del 58.
Todo empieza con una promesa: “Ganaré
un mundial para Brasil”. Y es que ahora resulta gracioso recordar el Maracanazo
y los estragos que tuvo en todos los niveles sociales; casi tres años después de esa
tarde en Belo Horizonte, en la que Alemania destrozó la historia del
pentacampeón con una humillación más dolorosa (si es que eso es posible) vista
por el planeta entero.
Creer en ese “balanceo
esencial de la capoeira, que ha inspirado el juego
bonito, es toda una fuerza subterránea de un pueblo, el brasileño”.
Es dejar que la suerte se pasee por las esperanzas de una nación que se sintió
traicionada por el balón más de una vez. Pelé, que ha marcado más goles que
nadie, y que hoy no se decide entre Messi y Cristiano, sigue siendo el único
ser humano que ha elevado a un país a punta de fe.
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