Los amigos y el fútbol.
Dos cosas sagradas para los argentinos que nutren la historia de Juan Taratuto.
Pero se trata de los amigos que ya no están y de lo que queda del fútbol. Las pasiones y los papelitos que quedan en las gradas del estadio después de la euforia. Papeles en el viento no es una película de fútbol; es un "drama" dedicado a quienes
lo aman entre amigos. Cuatro hinchas del Independiente solían compartir vino y hablar
de las jornadas en el estadio. Los goles quedan en el olvido, pero la conversación parece durar toda la vida. Uno de ellos, el Mono (interpretado por Diego Torres) muere
con cáncer. Los otros tres se proponen ayudar
económicamente a su hija. La niña queda a cargo de su madre; una señora malvada
y “mal tirada” que no quiere saber nada de los amigos de su marido, los patanes
con los que él se reunía los domingos por la tarde. Cada personaje carga un problema:
deudas, desamor, cobardía… parece que el campeonato y la melancolía
por El Mono, son el único refugio (aliento). El
verdadero valor es la amistad; que en esta historia se traduce en ayuda y
recuerdo. Juan Taratuto cae en un lugar común; reducir el fútbol a la emoción y
al negocio. Después de la muerte del Mono es como que el juego, el estadio, la
hinchada y los colores cambian. La película destaca ese gran interés argentino
por producir (y exportar) a las grandes estrellas del deporte: la búsqueda minuciosa
del “jugador prodigio” en las categorías inferiores, el que podría calzar mejor
en Europa. Los protagonistas “manejan” el pase de un jugador de las inferiores como
un cheque que ayudará a la hija del Mono hasta que cumpla 18. Papeles en el viento tiene el sello
argentino bien puesto. Ver a la niña ponerse la camiseta del CAI en los últimos
minutos es, sin duda, esa emoción que nos gusta hallar en Netflix. Gran homenaje para los hinchas
rojos.
REAL MADRID* Fue hace mucho tiempo. Un niño, en un pueblo perdido de España, recibe un regalo muy codiciado. Su tío le habla de nombres legendarios. Son una camiseta y un pantalón blancos. Hay una exaltación en los ojos. Hay la ingravidez del blanco real. Velázquez, García Remón, Zoco, Amancio, Santillana, Pirri, comandantes de todas las victorias, arcángeles del milagro en los pies y del santísimo talento sobre la hierba. El tío del niño expresa si inquebrantable confianza: como si lo blanco contuviera la alegría, la celebración de las tardes con partido. Con la radio a cuestas, la única victoria posible del proletariado, el niño ve feliz a su tío, un anónimo trabajador de la construcción, porque el Madrid gana siempre, gana por nosotros, que tanto perdimos. Velázquez, García Remón, Zoco, Amancio, Santillana, Pirri, ¿dónde estáis ahora? Venid aquí, yo os convoco, de otra forma, hoy. España misma fuisteis vosotros
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