Tati Benítez vive en la provincia de Misiones, situada en el noroeste argentino. Es un muchacho humilde, que trabaja con madera. Sus vecinos lo conocen como "el 10" porque sabe todo sobre Diego Armando Maradona, siempre viste la camiseta #10 y cuando nació su hija quiso ponerle Diega.
El camino de San Diego (2006), de Carlos Sorín, es un relato sentimental que ubica al fútbol en un lugar invisible. Es una road movie, atravesada por todas las sensaciones y sentimientos de un hincha: el amor, la esperanza, la ansiedad, la preocupación, el sufrimiento, el miedo, y por supuesto, la felicidad. En una primera lectura, la trama es un lugar común: el fanático que cruzará mares y montañas para conocer a su ídolo y cumplir el sueño más grande de su vida. Pero Sorín escoge el lado más romántico y sencillo del fanatismo para contar una parte de la vida de Tati, que empieza cuando encuentra un tronco, en medio de la selva, que se asemeja a la figura de Maradona levantando los brazos. Tati lo ve como una señal divina; decide tallarla, embellecerla y emprender viaje a Buenos Aires para entregársela al #10 personalmente.
Para Tati, Maradona no es D10S, ni es el mejor futbolista de la historia, simplemente es "el Diego", lo más maravilloso que existe.
Maradona ha sido internado en la Clínica Suiza Argentina de Buenos Aires y a la mayoría de los argentinos les inquieta esta situación. En el recorrido de 1.067,35 km aproximadamente, Tati conoce a muchas personas; no todos ven a Maradona en ese pedazo de madera que carga. Uno de los personajes más coloridos y simpáticos es "el Oso", un camionero brasileño que se ofrece a llevarlo, pero antes lo engaña y le dice "Maradona en mi camión no entra, búscate otro. Maradona no gusta en Brasil". Digamos que en 98 minutos (¡casi 90!) Sorín nos cuenta cómo hacer realidad un sueño. La película empieza como un documental. Pero después, la cámara se abre y vemos a un personaje puro e ingenuo en el centro, que tiene una meta clara y aunque camina despacio, nunca desvanece.
Creo que uno de los aportes del relato es que el fútbol es algo personal. Es algo que uno crea con lo que siente y tiene. "Amar sin esperar nada a cambio, eso es idolatrar". El camino de San Diego es un film que revela todo ese paraguas de sentimientos que se vive cuando se idolatra. Muchas veces el film es místico, mágico. El final queda abierto, no hay certezas de que la figura de madera llegó a las manos de Maradona. Quizá Tati se ganó la lotería. Quizá muchas cosas. Como lo hizo en Historias mínimas (2002), Sorín prefiere la humanidad antes que el profesionalismo en sus actores, y en esta producción encontramos un retrato tan genuino que nos obliga reconocer que todos somos Tati Benítez.
¿Y vos, también amás al Diego?
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